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Su cesta está vacía.
El esmalte Gran Fuego es un arte que requiere gran paciencia y precisión, y la esfera es el equivalente del lienzo de un pintor, salvo que el diminuto espacio disponible para la expresión artística mide apenas unos centímetros de diámetro. La materia prima es fascinante: se trata de láminas de vidrio coloreadas con óxidos metálicos, translúcidas como el azúcar de cebada u opacas como el mosaico. A continuación se trituran hasta convertirlas en arena fina y el polvo de vidrio coloreado resultante se llama esmalte.
Sin embargo, este material debe mezclarse con aceite de pino antes de poder utilizarlo como pintura. Aunque el ritual varía según los motivos o los colores, siempre comienza con el artesano recubriendo la parte superior e inferior de la esfera con una primera capa de esmalte blanco antes de la primera cocción a alta temperatura. Repite este gesto varias veces para obtener una base totalmente blanca.
Una vez que está satisfecho con el resultado, coloca la esfera en el kiln para asegurarse de que el esmalte quede plano, teniendo cuidado de no deformar la base. Sin embargo, algunos esmaltes, aunque parezcan formar una mezcla homogénea, no se funden necesariamente a la misma temperatura. Y como Christophe busca la precisión, cuece los diferentes colores por separado y, una vez terminado el cuadro, hornea el esmalte cocido una última vez a 800 grados centígrados para fundirlo todo junto.
La obra de Christophe es identificable gracias a la perfecta elegancia de las manos y los rostros que pinta, así como por su arte para transmitir una expresión o dar vida a una planta. Para transformar la esfera de un reloj en una obra de arte se requiere algo más que un conocimiento de las técnicas de esmaltado, exige un perfecto dominio de las técnicas de dibujo y un auténtico talento.
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